sábado, 26 de noviembre de 2011

Y he vuelto a mi tierra

Llevaba mucho tiempo queriendo volver a mi tierra, a este oasis minero, al sitio que me vio crecer. Y gracias a mis amigos pude hacer un efímero viaje en el que pisé nuevamebte ese parque que tanto me gusta y disfruté de ese sol que ésta tarde se mostró extremadamente caluroso.

Sentí esa brisa desértica que libera mi ser y sorprendido observé que del tiempo que me fui (que no ha sido tanto) han habido muchos cambios y la urbe está creciendo a pasos agigantados... pero lo esencial se mantiene, lo importante sigue allí....

Y aunque si bien me tiene muy contento la visita, tu imagen no sale de mi mente... espero que no hayas tenido ninguna complicación con la encomienda que debías buscar... me matan las ganas de llamarte, de preguntar como has estado, de saber si leíste la carta que dejé sobre mi escritorio. Ahora creo que fue un error dejarla allí, porque si bien era para ti y relataba mucho mejor lo que intento decir acá, tal vez no era el momento de que lo supieras, tal vez ni siquiera deberías saberlo...

Y así me mantengo hasta ahora, pensándote, escribiéndote... y suplicando que leas este mensaje que -al igual que la carta- es para ti y que tal vez no deberías leer...

viernes, 25 de noviembre de 2011

Saliendo de lo usual

Normalmente no me gusta escribir directamente los pensamientos que vuelan por mi cabeza, sino que siempre he preferido vestirlos con historias, reflexiones o cualquier cosa que no implique vomitar directamente aquellos sentimientos tan patéticos que en más de alguna oportunidad han provocado mi sentencia.

Sin embargo esta noche no estoy con ánimos de hacerlo. Ahora realmente quisiera una cerveza bien helada, un cigarro (sí, prácticamente lo dejé pero ahora quiero uno) y hundirme en la oscuridad con la única compañía de la música mientras me hago a la idea de esta nueva realidad que me toca enfrentar y que -como sabes mejor que yo- no logro asumir y no lo podré hacer mientras siga enterrando el cuchillo en la herida.

Te confieso que me lo veía venir, pero que no estaba preparado para ello... realmente nunca lo estuve porque mi plan siempre fue querer tapar el sol con un dedo; grave error...

En fin... no me odies diciendo que si acaso ya lo olvidé cuando este busque tu hombro para apoyarme y olvidarme del mundo, porque es imposible que pueda olvidarlo. Y para ser realmente honesto, busco tu hombro para refugiarme de cada golpe de realidad que me sacude... irónico si consideramos que tú (y yo) somos los culpables de dicha realidad...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Remontando a los orígenes


Si bien había pasado bastante tiempo de su última visita al campo santo, el recuerdo de aquella mujer de harapos negros y huesudas manos invitándolo a quedarse estaba tan fresco como si se lo hubiese dicho hace tan sólo unas horas.

Y pese a que en ésta nueva visita el lugar no tenía un aspecto tan lúgubre como la última vez, aún era posible respirar ese denso aire de soledad y putrefacción.

Pero esta vez no venía con una cajetilla de cigarros en una mano y sus sueños rotos en la otra, sino que ahora lo acompañaban unas insignificantes flores de recuerdos y una ridícula llama de esperanza para otra tumba que -vale decir- le costó bastante encontrar ya que no tenía la certeza desde cuando ocupaba un lugar en la casa de los muertos.

Aunque para ser honestos, eso era lo último en lo que había pensado en ese lugar. Y ya cuando finalmente estaba frente a la lápida entregó sus presentes, dudando por un segundo el porqué estaba allí realmente... "No sé ni para qué sigo viniendo..." murmuró en voz baja.

Fue entonces cuando un molesto Déjà Vu vino a él y otra vez la fría mano de esa fémina se posó en su hombro, no para invitarlo a quedarse nuevamente, sino que para darle la razón a su murmullo; "Deja a los muertos descansar y ya no vayas a molestar a los vivos" susurró al tiempo que un escalofrío recorría su cuerpo entendiendo que lo que la mujer le decía es que su hogar estaba más allá de donde él podía imaginar.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Re-Matando una Vida [ALT 3]


Eric era un tipo bastante... prescindible. De estatura media, muy blanco y sin un rostro expresivo. Jamás gustó de ser el alma de la fiesta, sólo hablaba para decir lo justo y necesario. No le gustaba llamar la atención y apenas soportaba a sus compañeros de trabajo.

Al terminar la jornada laboral se iba inmediatamente para evitar toparse con los demás. Era el tipo que cuyo jefe jamás aprendió su nombre, el que nadie lograba recordar y por tanto, alguien que nadie extrañaría si le pasase algo.

Su vida era sencilla, arrendaba una pequeña habitación en una residencial cercana a su trabajo, no molestaba a nadie y evitaba que los demás se metieran con él... O al menos eso creía.

Pues desconocía que su particular forma de ser irritaba a más de uno de sus colegas. Entre ellos, a la zorra de la oficina -Melanie- una ninfómana que no aceptaba un NO por respuesta, y que se quedó indignada cuando Eric rechazó su invitación a pasar una noche juntos.

No porque no la encontrara atractiva, sino que el hecho de imaginarse cuanto hombre haya profanado ese cuerpo la volvía repulsivamente asquerosa. Palabras que al decírselas -sin pelos en la lengua- sólo lograron que ella más lo odiara.

Él lo sabía, pero no le importaba ya que no imaginaba que ella fuera capaz de hacerle algo. Es así que en una cena del trabajo, sin mayor desconfianza aceptó un trago de ella, ignorando que estaba envenenado y que esto sería lo último que probaría. Ya que, como decía Melanie: "Si ese hombre no es mio, no será de nadie".

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Re-Matando una Vida [ALT 2]


Eric era un tipo bastante... prescindible. De estatura media, muy blanco y sin un rostro expresivo. Jamás gustó de ser el alma de la fiesta, sólo hablaba para decir lo justo y necesario. No le gustaba llamar la atención y apenas soportaba a sus compañeros de trabajo.

Al terminar la jornada laboral se iba inmediatamente para evitar toparse con los demás. Era el tipo que cuyo jefe jamás aprendió su nombre, el que nadie lograba recordar y por tanto, alguien que nadie extrañaría si le pasase algo.

Su vida era sencilla, arrendaba una pequeña habitación en una residencial cercana a su trabajo, no molestaba a nadie y evitaba que los demás se metieran con él. Pero no todo el tiempo fue así...

No, antes él tuvo una buena vida. Fue el protagonista del típico "Sueño Americano", como le gustaba decirlo; Tenía una hermosa esposa y una hija que con sólo un año de vida era la razón de su alegría. En ese entonces tenía un gran trabajo y vivía en un buen sector de Antofagasta, en un gran departamento con vista al mar... poseía una vida envidiable para muchos.

Estaba en lo cierto al decirlo, tenía el sueño americano hecho realidad... pero los sueños tienen la mala costumbre de echarse a perder cuando no estás mirando...

Nadie esperaba lo que sucedió aquel lúgubre día de abril, tres años atrás (ni siquiera los autores de la pesadilla). Lo que debía ser un simple robo a su morada, como los que sufren el 40 por ciento de la población, terminó con un forcejeo entre Eric y los delincuentes quienes mataron a su hija y su mujer para luego huir sin ser jamás capturados.

Fue allí cuando la vida de Eric cambió. Se tornó un tipo sombrío y solitario que repudia a la gente y prefiere evitarlas, alguien que no le gusta ser el centro de atención y sólo habla para decir lo justo y necesario... ¿su motivación para vivir? Cobrar venganza de quienes le arrebataron la vida, para luego reunirse con su amada.

Y así han pasado 3 largos años de silencio, de búsqueda, de dolor... tiempo donde ha cambiado de vivienda y de trabajo sólo por seguirles la pista a aquellos bastardos que se cruzaron en su camino... hasta que finalmente los ha encontrado.

Al igual que él, estos dos sujetos quisieron rehacer sus vidas -principalmente para evitar levantar sospechas, pues el caso sigue abierto- y ahora trabajan en una empresa de servicios. Casualmente, la misma que la de Eric, algo que -obviamente- él ya sabía.

Es así que en una cena extra programática por la llegada del presidente de la compañía de una gira, Eric ve el momento oportuno para acabar con todo el tormento que ha traído sobre sus hombros por tanto tiempo.

El crimen debía ser sutil, silencioso, casi invisible... Por lo que vierte unos narcóticos en la bebida de uno de sus enemigos... no demasiados, lo suficiente para aparentar que éste estaba muy ebrio y debía ser escoltado a casa. Momento en el cual lo degollaría en el auto para luego lanzar el mismo por el mirador de La Portada, en donde escondía otro vehículo para volver a la fiesta por su segunda víctima.

Ya cuando volvió, simplemente invitó a su segunda víctima a salir a fumar un cigarrillo y conversar... Estaban todos tan ebrios que ni siquiera se habían percatado que el sujeto más extraño y solitario de la oficina -Eric- estaba paseándose e interactuando con los demás como perro por su casa.

Ya cuando estaban afuera Eric encendió los cigarrillos y mirándolo fijamente le dijo: "Esto será rápido, tu mataste a mi familia y ahora yo te mataré", sacó un puñal y se lo enterró en el corazón sin siquiera dejarlo reaccionar.

Sin siquiera preocuparse de limpiar sus huellas dejó el cuerpo desangrándose con el arma homicida a un lado y se fue a la tumba de su mujer. Con lágrimas en los ojos le susurra que la espera finalmente terminó...

Saca un revolver, lo pone en su cabeza, "allí voy, amada mía" dice y jala el gatillo esperando ir al cielo. Olvidando un pequeño detalle... El destino de los suicidas es otro.






martes, 1 de noviembre de 2011

Re-Matando una vida [ALT 1]

Eric era un tipo bastante... prescindible. De estatura media, muy blanco y sin un rostro expresivo. Jamás gustó de ser el alma de la fiesta, sólo hablaba para decir lo justo y necesario. No le gustaba llamar la atención y apenas soportaba a sus compañeros de trabajo.

Al terminar la jornada laboral se iba inmediatamente para evitar toparse con los demás. Era el tipo que cuyo jefe jamás aprendió su nombre, el que nadie lograba recordar y por tanto, alguien que nadie extrañaría si le pasase algo.

Él sabía ésto y no parecía molestarle, sino que muy por el contrario. Tenía el extraño pensamiento de que ser así lo convertía en alguien autentico. Aunque -paradójicamente- realmente no importaba pues nadie podía recordarlo.

Su vida era sencilla, arrendaba una pequeña habitación en una residencial cercana a su trabajo, no molestaba a nadie y evitaba que los demás se metieran con él.

Sin embargo, no es posible vivir evadiendo el mundo, y en ciertas ocasiones -muy a su pesar- debía participar en actividades sociales que le eran impuestas. Como las cenas navideñas, la fiesta de fin de año o alguna reunión cualquiera por motivo del ascenso de unos compañeros de trabajo o la llegada de un nuevo jefe.

Es así que aquél 27 de julio debió cambiar su rutina de salir e irse a su casa por el de ir a una cena con todo el personal de trabajo. ¿El motivo? darle la bienvenida al presidente de la compañía que volvía de una exitosa gira al viejo mundo.

Ya cuando todos habían terminado de comer y sólo restaba beber y disfrutar, Eric vio el momento de retirarse de aquel fastidioso ambiente para llegar a su apacible hogar. Se levantó de la mesa casi pasando inadvertido, si no fuera porque una colega -que lo observaba de hace un rato- lo interrumpió preguntándole que a dónde iba.

Con un tono bastante molesto respondió que sólo iba al baño. Sin embargo, y pese a que eso parecía, no estaba molesto porque una completa desconocida inapropiadamente le pidiera explicaciones de por qué se levantaba. Sino que fue por el hecho que en ese instante las miradas de todos los presentes se centraron en su persona. Algo que inevitablemente lo irritaba.

Y efectivamente pasó al baño, se mojó la cara, se miró en el espejo por un instante hasta que se calmó y salió. Pero tal como tenía previsto, no volvió a la mesa, sino que salió hasta su auto y se marchó.

Ya en el camino se dio cuenta que se le acabaron los cigarrillos por lo que decidió pasar a comprar un cajetilla. Por alguna extraña razón se quedó mirando la cajetilla vacía mientras conducía, "el cigarro mata" leyó tras el dibujo de una calavera. Sonrió, "patrañas!" dijo mientras apretaba la cajetilla con el puño y la lanzaba por la ventana del auto.

La miró por el espejo retrovisor mientras se perdía en la oscura y solitaria noche. Fue a poner uno de sus discos, pues la música de la radio no era de sus gustos. Entonces, en un descuido, el disco cae bajo el asiento. Comienza a buscarlo sin prestar atención al camino. Es allí cuando, sin darse cuenta, su auto se desvía del camino... golpea un árbol cayendo el tronco sobre el vehículo y aplastándolo sin siquiera darse cuenta.

En realidad no murió instantáneamente, en realidad pudo haberse salvado, en realidad -si alguien hubiera sabido que existía- no habría muerto. Ya que, quizás, alguien habría llamado a alguna ambulancia.

Pero eso no pasó, y no fue hasta el otro día -10 horas después del suceso- que lo encontraron cuando retiraban el vehículo del lugar pensando que el chófer había escapado. Lamentablemente toda una vida evitando a la gente culminó con una triste muerte de un mero desconocido.